Durante excavaciones arqueológicas llevadas a cabo en las cercanías del poblado de Tlayecac, municipio de Ayala, Morelos, se exploró una estructura de grandes dimensiones, con anchos de mampostería que perteneció al asentamiento prehispánico del señorío tlahuica de Tlayecac. Si bien, la cabecera del señorío se encuentra debajo del actual poblado, con la capilla del siglo XVI sobre basamentos piramidales, esta estructura está situada en la periferia, por lo que, probablemente formó parte de uno de los barrios que constituían dicho señorío. encontraron a 15cm de la superficie del terreno.
A pesar de toda la destrucción que ha sufrido este sitio por diversas actividades, que van desde los constantes programas de despiedre que los gobiernos estatales y federales implementaron por allá de los años 80´s, el uso del tractor para la siembra, así como el saqueo, fue posible recuperar información interesante que nos permite proponer la función de este edificio, con base tanto en las características arquitectónicas de esta estructura como los materiales arqueológicos asociados a ella, que en ese lugar se llevaba a cabo una actividad en específico: el hilado del algodón.
Este edificio tuvo dos crecimientos; en la primera etapa esta construcción prehispánica es un cuarto de forma alargada, como si fuera un galerón, ya que tenía más de 8m de largo por 2.60m de ancho, formada por muros de doble cara con un espesor de 70cm (figura 1).
Sin embargo, al parecer, llegó un momento en que esta estructura ya no fue lo suficientemente grande para las actividades que ahí se realizaban, por lo tanto, iniciaron obras de ampliación tanto al este como al oeste; hacia el este solo ampliaron 70cm colocando otro muro y desmontando parcialmente el anterior; pero hacia el oeste, le adosaron otro cuarto. De tal manera, la apariencia final de esta estructura fue de 8m de largo, con un ancho de 7.30m, y el espacio dividido en dos cuartos (figura 2).
Un dato relevante es el ancho de los muros ya que permite proponer sobre cómo fueron los muros y la techumbre de la estructura. Por lo general, los muros de casa habitación que se han registrado en otras exploraciones no sobrepasan los 50cm de espesor, por lo tanto, este ancho de muro ha llevado a pensar que los muros funcionaron como cimientos para desplantar muros de adobe, tal y como lo vemos en las casas antiguas de los cercanos poblados de Tlayecac, Jantetelco y Jonacatepec. Desafortunadamente, la destrucción del área no permitió que se conservara registro de ello, pues los contextos arqueológicos se encontraron a 15cm de la superficie del terreno.
Asimismo, estos anchos muros fueron necesarios para soportar una techumbre que cubrió un espacio tan amplio, con vigas de madera y morillos sobre los cuales probablemente colocaron una estera de carrizos, para sobre ella poner un grueso aplanado de lodo para terminar con un recubrimiento de hojas de palma o paja. Es probable que la techumbre no fuera plana, sino que en la primera etapa constructiva, con un ancho de 2.60m estuviera inclinada, a un agua. Mientras que para la segunda etapa constructiva, con un ancho de 7.30m fuera a dos aguas, siendo el muro intermedio el que funcionó como caballete para cargar las dos hojas del techo.
Es probable que el acceso a esta estructura se realizara por el lado norte, ya que en esa área, al exterior del edificio, se localizaron dos conjuntos de piedras colocadas cada uno en forma circular, uno con un diámetro de 40cm y el otro de 50cm, y que se han interpretado como bases para postes de madera encajados (figuras 3 y 4).
Para la construcción del edificio se requirió de una enorme cantidad de piedra recortada, misma que se podía conseguir en los alrededores en los diversos afloramientos de basalto que existen por todo el lugar así como en la cercana barranca de La Cuera; en cuanto al resto de los materiales, su obtención tampoco implicaba muchos problemas, ya que sus habitantes se las ingeniaron para utilizar todos los recursos naturales que tenían a la mano, aun cuando no fueran los óptimos, como en el caso de la arcilla negra que predomina en la región, que tiende a expandirse y contraerse según el grado de humedad y sequedad, sin embargo, para poder utilizarla en los rellenos y como mezcla para unir la piedra de los muros y empedrados se le agregó arenas y gravas lo que ayudó a romper la rigidez de la arcilla.
En cuanto a los materiales arqueológicos recuperados, fue sorpresivo ver la cantidad de malacates registrados, 19, algunos de ellos muy sencillos otros con formas compuestas, uno para el hilado de fibras de maguey y un par de ellos con figuras en relieve (figura 5).
De estos dos malacates, uno de ellos tiene una rana, pero el otro resalta puesto que tiene un ehecacoxcatl, un glifo “M” y el signo cuatripartita de la división del plano terrestre (figura 6).
El “malacatl” palabra náhuatl que se deriva de “malina”, retorcer y “acatl”, caña, es el conjunto del contrapeso de barro o piedra unido a una varilla de madera, la cual se coloca en posición vertical, con el contrapeso en la parte inferior y se hace girar desde la parte superior con los dedos medio y pulgar, la otra mano detiene la fibra a hilar. Esta varilla se coloca lar y “caxitl”, cuenco de cerámica. Para el hilado de algodón se utilizaban los malacates de manufactura fina, mientras que para el hilado de fibras de maguey o palma se utilizaban malacates de mayor tamaño.
De tal manera, que tanto la abundancia de malacates así como el espacio arquitectónico tan grande son tomados como indicador de que la función de la estructura fue la de un taller de hilado, principalmente de algodón, aunque también se debieron trabajar otras fibras vegetales. En este taller es posible que se reunieran un buen número de miembros de la comunidad dedicados a ese oficio, ya que tenía un espacio tanto para almacenar como para extender y torcer el hilo. Con el aumento de la demanda, tal vez ocasionado por la conquista de la Triple Alianza de esta región y a la que había que pagarle un tributo, fue necesario el crecimiento del espacio para aumentar la producción.
Es posible que en este taller también se tejiera el algodón; sin embargo, todos los elementos que conforman el telar de cintura, característico de Mesoamérica, son de madera, material orgánico de muy difícil conservación, por lo que no se encontró evidencia de ellos en los contextos excavados de esta estructura.
Pero, también es posible que el edificio funcionara para llevar a cabo otras actividades además de la producción de hilados, ya que pudo haber sido un espacio de reunión de los miembros de la comunidad para discutir el funcionamiento y ordenamiento del asentamiento. Las opciones pueden ser muchas, sin embargo, en las otras áreas cercanas donde también se registraron vestigios no hubo presencia de esas pequeñas piezas redondas llamadas malacates, tan importantes para la vida cotidiana de todas las comunidades de la época prehispánica del periodo Posclásico Medio – Tardío.
Fuente: Revista “El Tlacuache” número 770, Marzo 19 de 2017, autores: Ana Emma Peña Rodríguez y Giselle Canto Aguilar. Licencia INAH, Creative Commons.